lunes, 6 de agosto de 2007

Biocombustibles y sostenibilidad

La demanda mundial de energía continúa creciendo año tras año, así la predicción de crecimiento medio para la energía primaria en el mundo será del 1,8 % anual durante el periodo 2000-2030. En la actualidad el 80% de la demanda energética mundial es suministrada por combustibles fósiles y como ya es conocido, la combustión de estos, produce gases de efecto invernadero que contribuyen al temido cambio climático. Esta situación provoca el aumento de la demanda de recursos energéticos fósiles limitados con la consiguiente disminución de las reservas y el encarecimiento de estos y el aumento de gases contaminantes con efecto invernadero

En éste contexto, los biocombustibles pueden contribuir de forma importante a la solución de los dos problemas, tanto como combustibles alternativos y renovables, como por sus ventajas medioambientales, por su significativa reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Además a diferencia de otras alternativas (por ejemplo, los gases licuados del petróleo) no son excluyentes ya que no necesitan la duplicación del sistema motor y pueden utilizar la misma red logística de distribución de los combustibles fósiles.

Pero, el camino hacia la producción de estos biocombustibles es una cuestión que se ha de plantear seriamente y con rigor con una visión de futuro sostenible a nivel planetario, si no queremos caer en nuevas problemáticas difíciles de resolver.

[Carmen García]

La energía constituye la savia de la sociedad y de la economía. Nuestro trabajo, nuestro ocio y nuestro bienestar económico, social y físico dependen de que el abastecimiento de energía sea suficiente y no se interrumpa. La demanda mundial de energía continúa creciendo año tras año, así la predicción de crecimiento medio para la energía primaria en el mundo será del 1,8 % anual durante el periodo 2000-2030. En la actualidad el 80% de la demanda energética mundial es suministrada por combustibles fósiles y como ya es conocido, la combustión de estos, contribuye con su efecto invernadero al temido cambio climático. Esta situación provoca por un lado, el aumento de gases contaminantes con efecto invernadero y por otro un aumento de la demanda de recursos energéticos fósiles limitados con la consiguiente disminución de las reservas y el encarecimiento de estos. Así, el petróleo, del cual a finales de 2003, las reservas mundiales ascendían a 157.000 millones de toneladas, equivalentes a 1,15 billones de barriles de crudo por extraer y del cual se prevé que el consumo en 10 años se incrementará en 20 millones de barriles diarios, de manera que, al mismo ritmo de crecimiento, en el 2020 la demanda rondará los 115 millones de barriles diarios. Considerando, según estimaciones, que la tasa de caída anual en cuanto a producción corresponde a un 5 %, en 10 años habrá un déficit cercano a los 60 millones de barriles diarios. Cifras alarmantes que demuestran la insostenibilidad de este recurso energético.

El cambio climático, la escasez del recurso energético con la consiguiente subida de los precios del petróleo y la preocupación por el futuro abastecimiento hacen que aumente el interés por la utilización de la biomasa con fines energéticos. En éste contexto, los biocombustibles pueden contribuir de forma importante a la solución de los dos problemas tanto como combustibles alternativos y renovables como por sus ventajas medioambientales por su significativa reducción de emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático.

Estos biocarburantes son combustibles que pueden utilizarse en lugar de los combustibles convencionales o en combinación con estos, y que se obtienen mediante tratamiento o fermentación de fuentes biológicas no fósiles, como los aceites vegetales, la remolacha azucarera, los cereales y otros cultivos y residuos orgánicos. Incluyen el biodiésel obtenido a partir de semillas oleaginosas (especialmente la colza) y aceites de cocina usados, el bioetanol producido a partir de cultivos ricos en azúcares o almidón como los de cereales y remolacha azucarera, y el biogás obtenido a partir de gases de vertederos y residuos agrícolas.

En este contexto, la Comisión Europea ha adoptado una ambiciosa estrategia comunitaria para los biocarburantes dotada de una serie de posibles medidas basadas en el mercado y de carácter legislativo e investigador para potenciar la producción de combustibles a partir de materias primas agrícolas, fijándose tres metas principales: promover los biocarburantes tanto en la Unión Europea como en los países en desarrollo; preparar su uso a gran escala, mejorando su competitividad en cuanto al coste e incrementando la investigación sobre combustibles de «segunda generación» y apoyar a aquellos países en desarrollo en los que la producción de biocarburantes podría estimular el crecimiento económico sostenible. Extender su uso será sumamente beneficioso por reducir la dependencia de Europa de las importaciones de combustibles fósiles, aminorar las emisiones de gases de efecto invernadero, proporcionar nuevas salidas a los agricultores y abrir nuevas posibilidades económicas en varios países en desarrollo.

Así, en cuanto a combustibles alternativos para los transportes, la legislación europea sobre biocarburantes (Directiva 2003/30/CE), exige que éstos representen un porcentaje cada vez mayor en el conjunto de gasóleos y gasolinas vendidos en los Estados miembros, aumentando progresivamente hasta alcanzar, un 5,75% para 2010 y 8% para 2020, en contenido energético (dentro de un Plan Europeo global de sustituir el 20% de los combustibles convencionales por combustibles alternativos para 2020).

Para satisfacer estos objetivos se debe incrementar la producción de este tipo de combustibles de forma considerable, estimándose según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que para sustituir el 10% de la demanda actual de combustibles de la UE, habría que dedicar el 70% de la superficie agrícola europea.

La ONU ha señalado recientemente en un informe, que la demanda de tierra para biocombustibles podría suponer un peligro para el medio ambiente. También ha mostrado su inquietud ante la presión ejercida sobre los cultivos de alimentos, lo que llevaría a un aumento de los precios.

Un ejemplo de problemática creada es el caso de Indonesia, cuya producción de aceite de palma como materia prima para producir biocombustibles y que exporta en su mayor parte a los mercados de Europa, esta llevando a la tala de bosques enteros que cumplen la función natural de absorción del dióxido de carbono (CO2).

Así pues, el camino hacia la producción de estos biocombustibles es una cuestión que se ha de plantear seriamente y con rigor con una visión de futuro sostenible a nivel planetario, si no queremos caer en nuevas problemáticas difíciles de resolver.

No hay comentarios: